jueves, 6 de julio de 2017

EL GRITO



Grité tan fuerte,
que hasta el mar calló,
para que sus muertos
me escuchasen.

No sé si me escucharon,
seguramente no,
pero tampoco lo hicieron los vivos
y mi grito se perdió en el aire.

Lo ahogó la ambición,
la desigualdad y la injusticia,
murió en la desesperanza,
en la rancia amargura del adiós.

Y como los gobiernos no lo atendieron,
siguió muriendo en el mar,
la razón y la cordura,
al amparo del olvido y la desidia.

Y entonces gritó el mar:
¡No rob´eis mi azul zafiro, 
no carguéis sobre mí cadáveres 
que no me corresponden!

Murió el grito del mar,
ahogado en una tormenta de cinismo.
No lo escucharon los muertos,
pero tampoco lo hicieron los vivos.