miércoles, 28 de junio de 2017

CUÁNDO Y DÓNDE



Nací en una noche de solsticio,
cuando prendían los fuegos rituales,
para reforzar a un sol que se escondía raudo por el horizonte plano.

Aspiré el aire cálido y bebí los jugos de su suelo,
mas no era mi tierra.

Cambiaron mi tosco acento campesino
por el gracejo de los pueblos que mi niñez necesitó.

Crecí en el desamparo de no ser,
de una pretensión de justicia que robaba lo esencial.

La lucha comenzó pronto, sin yo saberlo, y
poco a poco fue surgiendo la rabia,  la ira del desarraigo.

Creé un mundo para mí, y desde él para los demás.

Pocos lo quisieron, pero no era el único.

Busqué muchas cosas, pero encontré bastantes menos.

Repartí igualdad y recibí desidia.

Luché, perdí, maduré perdiendo.

Me hice mayor trasmitiendo lo que tenía,
haciendo un futuro que no era mío.

Lloré mil veces por ese incierto devenir.

Entendí la usurpación y el saqueo de la esperanza,
sentí la ansiedad por apropiarme de lo que no me correspondía.

Y en el tiempo, que va pasando,
vivo la tristeza infinita de volver atrás,
de las alambradas y las cadenas,
pinchos y grilletes que niegan la libertad.

Y si todo es volver, repetir,
¿para qué nacer?
¿para qué vivir?

Y entiendo lo del árbol.

Aunque sus ramas se caigan, sus hojas se sequen,
habrá extendido la semilla y se renovará,
desafiará al sol, a la lluvia, dará refugio, será sombra.

Y en ese entender se vive la razón final de una vida,
que avanza firme, sin prisa, paso a paso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario